Nuestro corazón late cerca de 3 billones de veces a lo largo de nuestra vida y bombea alrededor de 8.000 litros de sangre cada día. El corazón impulsa la sangre arterial rica en oxígeno procedente de los pulmones y la envía a los 70 trillones de células que componen nuestro cuerpo. La sangre aporta a las células el oxígeno y los nutrientes que necesitan, y recoge el dióxido de carbono y los productos de desecho de las mismas.
El mal estado de sistema arterial y del corazón es la causa del 46% de las muertes en hombres y el 54% en mujeres. Actualmente multitud de personas entre 30 y 50 años son operadas por obstrucciones circulatorias. Las compañías farmacéuticas ganan billones de dólares cada año con los fármacos para reducir
colesterol, fluidificar la sangre ..., pero numerosos estudios nos revelan que estos fármacos no aumentan la esperanza de vida de los pacientes tratados con ellos, y los efectos secundarios (como la alta incidencia de
cáncer) que causan no hacen recomendable su uso. Los nutricionista afirman que un problema causado por la nutrición, sólo puede ser resuelto por la nutrición.
El corazón conecta con el sistema circulatorio, cuya longitud ronda los 96.000 km. Como ya hemos dicho, es el encargado de llevar oxígeno, nutrientes y
glóbulos blancos a nuestros órganos, además de recoger los productos de desecho celulares. Por tanto, nuestra salud y rendimiento dependen de un corazón fuerte y una venas, arterias y capilares limpios y elásticos.
A lo largo de nuestra vida el corazón y el sistema circulatorio son dañados por el colesterol LDL, los
radicales libres y las subidas de tensión. A medida que las venas y arterias comienzan a sufrir daño se inflaman y el colesterol oxidado comienza a depositarse en estas zonas dañadas que empiezan a engrosar y a calcificarse formando la aterosclerosis. A todo este proceso degenerativo contribuye la alimentación moderna rica en grasas hidrogenadas y
azúcares refinados, a la vez que pobre en vitaminas y antioxidantes.
De esta manera el diámetro de nuestras venas y arterias disminuye, con lo cual la oxigenación celular es mucho menor, y los productos de desecho no son eliminados en su totalidad
Los niveles de homocisteína son un factor determinante en la formación de aterosclerosis. La
homocisteína es un producto derivado del metabolismo proteico, y aumenta cuando los niveles de vitaminas B2, B6, B12 y ácido fólico no son suficientes en nuestro organismo. Otro parámetro a destacar es la proteína C reactiva, indicador de inflamación vascular, que cuando está elevada supone un riesgo dos veces mayor de padecer un problema coronario.
La vitamina E puede ayudar a mantener el sistema circulatorio sano cuando el proceso inflamatorio comienza.
También debemos saber que las lipoproteínas son un factor de riesgo mayor para la aterosclerosis que el colesterol. La niacina (parte integrante del complejo de vitamina B), junto a la
vitamina C y la coenzima Q10, son necesarias para regular los niveles de Iípidos sanguíneos.
El programa de protección cardiovascular incluye
magnesio, un mineral beneficioso para el corazón y deficitario en la dieta de la mayor parte de la población. El ginkgo biloba también tiene un efecto positivo sobre la circulación sanguínea.
El programa de protección cardiovascular nos ayuda a tener un corazón más fuerte y unas venas más elásticas.